A Reece, un niño de 8 años, le dieron poco tiempo de vida. Por ello sus padres quisieron cumplir sus últimos deseos. Él confesó que todo lo que quería era casarse con Elleanor, la niña que le gustaba. Reece le “pidió la mano” y ella aceptó. Los padres de ambos organizaron la boda, en la que hubo anillo, certificado, paseo con limusina y convite. Una boda con mucho más valor que el valor legal, un valor emotivo. Un día después Reece falleció, pero no sin antes decir: “Mama, ahora ya me puedo ir”
jueves, 7 de agosto de 2008
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1 comentario:
Qué historia conmovedora... También es curioso que un niño tan joven tenga ese último deseo...
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