Le conocí un día en el autobús, se sentó junto a mí, me vio y su mirada me cautivó. No supe que decir. Nuestras miradas se topaban muchas veces, él sonreía con pena, y yo me ponía cada vez más nerviosa, hasta que su dulce voz logré escuchar: “¿vamos a estar todo el camino mirándonos o me vas a decir tu nombre?” Y no pude parar de reír.
Le veía por todas partes, cuando pensaba en él, justo ahí aparecía, desde lejos me saludaba, sus coqueteos mataban todos mis sentidos, y cuando hablaba era como si todo se callara. Muchas veces mis amigas con un golpe me hacían caer en cuenta de lo ida que estaba.
Un día que me puse a hablar con él, era como si nos conociéramos de toda la vida, congeniábamos en todo, fue tanta la conexión que juntos los dos no quedamos viendo como los pequeños rayos de sol desaparecían en la oscuridad... y entonces pasó, nos besamos.
Mis amigas estaban preocupadas, no me veían cuerda, insistían que no debía estar con él, que un día iba a parar encerrada en un manicomio, pero yo estaba cada vez más enamorada, no prestaba atención, para que prestarles atención si yo vivía en mi mundo mágico con mi nuevo novio.
Los días pasaron y la gente cada vez me veía más extraña, y yo pensaba, es que el amor es solo para algunos privilegiados. Un tipo se paró frente a nosotros y me preguntó que si estaba loca; le dije que sí, que el amor es para locos. A partir de ahí la gente cada vez se volvía más extrañada, y mis amigas insistían más en que le dejara, yo sabía toda la verdad pero ¿Qué podía hacer? Me sentía tan bien... Pero las cosas llegaron lejos, ya ni mis amigas me hablaban, todos me daban de lado, yo me sentía mal, hasta él lo había notado, lo tuve que hacer, tuve que decirle unas cuantas verdades, tuve que dejarle ir, me tuve que olvidar; de mi novio imaginario.
(Basado en echos ficticios. Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia. Este cuento ha sido copiado y modificado)